La historia de la naturaleza es de armonía: procesos y elementos integrales y complementarios, aún cuando parecerían contrarios. Por ejemplo, las pirofitas requieren del fuego para iniciar sus ciclos de vida y se dé su germinación durante las épocas de sequía. El problema yace en que, cada vez son más frecuentes los incendios forestales provocados por factores humanos. Estos propician la desertificación y empeoran las condiciones de sequía, haciendo imposible algunos procesos armónicos de la naturaleza. Es decir, son las acciones humanas las que afectan el equilibrio de procesos y elementos.
Las lluvias, los incendios y las sequías
En mayo es donde se determinan los rendimientos de la agricultura anual, dado que se logran conjuntar todos los elementos requeridos para la germinación, crecimiento y desarrollo general para la producción numerosa; así como el nacimiento de semillas sanas para las siguientes temporadas de cultivo. La agricultura de temporada, que en nuestro país genera el 80% de nuestra ingesta así como de los animales que utilizamos en la ganadería, depende de 3 agentes indispensables:
-La recuperación de los minerales del suelo, en los meses de enero y febrero.
-La reproducción sexual de las plantas, proceso que comienza en marzo con la presencia de flores y termina en abril con la polinización.
-La humedad de los suelos en las temporadas de lluvias en mayo, pues el suelo se satura de agua con la cantidad necesaria para la germinación de las plantas.
El inicio y continuidad de los ciclos de lluvia define las estaciones y los procesos de alimentación, pues es la disponibilidad de agua la que reactiva todos los ciclos de vida propiciando la abundancia de alimentos y recursos que todo ser vivo requiere para su etapa reproductiva. Este es el motor operativo de la evolución, una máquina de sincronía perfeccionada a través de procesos históricos.
Por otro lado, es gracias al fuego y la quema de las cubiertas vegetales muertas que el suelo incorpora elementos químicos como C y N requeridos en altas cantidades para asegurar la subsistencia de las plántulas. Situación que algunos pueblos prehispánicos utilizaban para dar inicio a los ciclos de siembra con prácticas como roza o tumba y quema. En la actualidad, los agricultores modernos han adoptado prácticas como la quema controlada para el eliminar malezas y abonar los terrenos. No obstante, la negligencia y la irresponsabilidad del ser humano han transformado las quemas en incendios sin control.
Pero, ¿cómo se inicia y propaga un incendio? Durante los meses secos, como mayo, la presencia de hierba seca o material a quemar es más abundante, así como el oxígeno en el aire. Lo único que requieren es de una chispa que inicie la quema. Usualmente, una quema es fácil de controlar con el inicio y presencia de las lluvias, el problema inicia cuando estos fuegos se propagan. Existen tres condiciones que estimulan la propagación del fuego: temperatura superior a los 30ºC, velocidad de vientos de 30km y suelos con un 30% o menos de humedad. Cuando estas condiciones se presentan, una quema puede convertirse en una verdadera catástrofe tanto para los ecosistemas, como para la sociedad humana. Las devastaciones en el medio ambiente comienzan a deteriorar los ciclos naturales y la sincronía de la naturaleza:
En temporadas de una mayor demanda de agua y la recarga de los acuíferos son pobres, como los meses más calurosos, se presenta el estrés hídrico, un criterio de manejo humano que le da mayor peso a necesidades sociales y culturales que ecológicas. Sin embargo, es fundamental pensar en soluciones y estrategias de manejo del agua desde un punto de vista planetario, pensando en soluciones a partir del origen del problema e implementando soluciones y acciones que ayuden a disminuir los efectos de la sequía.
¿Qué hacer?
La creciente demanda de agua para satisfacer las actividades humanas, debe ser reordenada desde una visión ecosistémica; donde se atienda como prioridad la restitución del ciclo del agua con los elementos que lo integran.